Científicos creen posible lograr Objetivos de Desarrollo Sostenible
Alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible en 2030 aún es posible, pero exige un cambio urgente en la relación entre los seres humanos y la naturaleza, abordar el cambio climático, proteger la biodiversidad y reducir la desigualdad social y de género, según un grupo científico.
De hecho, este grupo propone veinte medidas para alcanzar la transformación.
La Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible puede lograrse todavía, según un informe de las Naciones Unidas sobre el camino recorrido hasta ahora para lograrla que será lanzado ante los líderes mundiales en la próxima Asamblea General a fines de septiembre.
El informe The Future is Now: Science for Achiving Sustainable Development (el futuro es ahora: la ciencia al servicio del desarrollo sostenible), fue redactado por un grupo independiente de científicos.
Según el informe, para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible de esa Agenda se debe plantear un cambio radical en términos medioambientales, económicos y sociales. Factores todos estos que están interconectados.
El documento, de 250 páginas, explica que alcanzar estos Objetivos exige fundamentalmente desacoplar el crecimiento económico y la degradación medioambiental, reduciendo también las desigualdades sociales y de género en términos de riqueza, ingresos y acceso a las mismas oportunidades.
La tarea será compleja y no existe una solución única que sirva para todos, por lo que las medidas para el cambio deben ser diferentes entre países en desarrollo y países desarrollados, dijo hoy un informe difundido por Noticias Onu.
La amplia transformación que se necesita no será fácil. Hará falta una profunda comprensión científica para anticipar y mitigar las tensiones inherentes a un cambio estructural de esa naturaleza, abundó la fuente. Por ejemplo, aquellos que pierdan sus trabajos en la industria energética por el abandono de los combustibles fósiles deben recibir apoyo para lograr medios de vida alternativos.
Lo que sí está claro y es simple es que “generar el crecimiento económico a base de aumentar el consumo de bienes materiales ya no es una opción viable a nivel mundial”, según el informe presentado este miércoles en la sede de la Organización en Nueva York.
Las proyecciones indican que el uso de materiales a nivel planetario se duplicará prácticamente entre 2017 y 2060 pasando de 89 a 167 gigatoneladas, lo que conllevará un aumento de las emisiones de gases tóxicos, contaminantes y de efecto invernadero.
Según los científicos, el modelo actual de desarrollo ha brindado prosperidad a cientos de millones de personas pero, al mismo tiempo, ha llevado a la pobreza continua y otras privaciones a otros muchos millones.
Además, ha creado unos niveles sin precedentes de desigualdad que socavan la innovación, la cohesión social y el crecimiento económico sostenible.
Por si fuera poco, ese modelo ha acercado al mundo a “puntos de inflexión del sistema climático mundial y en la biodiversidad”.
Como no todos los países empiezan desde el mismo punto de partida, los científicos reconocen que el crecimiento seguirá siendo necesario en los países más pobres, para garantizar la creación de infraestructuras y servicios sociales.
Sin embargo, destacan que hacerlo de la manera tradicional, crecimiento primero y limpieza después, no es una opción.
A su vez, los países desarrollados tienen que cambiar ya sus patrones de producción y consumo, limitando el uso de combustibles fósiles y de plásticos y animando al sector público y el privado a invertir en línea con los citados Objetivos.
El informe propone que las Naciones Unidas prueben la creación de un certificado de inversión financiera en sostenibilidad, con claras directrices, para alentar y recompensar a las industrias y mercados que contribuyan al avance del desarrollo sostenible, desalentando la inversión en aquellos que no lo hagan.
Para cambiar de rumbo, los científicos proponen veinte medidas concretas que deben transformar una serie de áreas de las actividades humanas, especialmente nuestros sistemas de producción y consumo de los alimentos y la energía, ya que son clave no sólo porque están llevando el medioambiente a esos puntos de inflexión, sino porque son áreas críticas para la salud y el bienestar.
Otro punto importante es la forma en la que gestionamos las ciudades. Además, el sistema alimentario debe sufrir cambios generalizados tanto en su infraestructura como en las normas sociales, culturales y políticas que respaldan el insostenible statu quo actual.
Hoy día unos 2 mil millones de personas padecen por la carestía de alimentos y 820 millones están desnutridas.
Al mismo tiempo, las tasas de sobrepeso, un rasgo de la pobreza, están creciendo en casi todas las regiones del mundo. Se estima que unos 2000 millones de adultos tienen un peso mayor que el que deberían, a los que se añaden cuarenta millones de niños menores de cinco años.
Para los países en desarrollo, se necesitan bases de protección social más fuertes que garanticen la alimentación de sus poblaciones, y así como las naciones ricas, también deben reducir el impacto ambiental de sus sistemas de producción y el desperdicio de alimentos y la dependencia de fuentes de proteínas de origen animal.
También deben prestar atención a la desnutrición, incluido el sobrepeso de sus ciudadanos.
A esto se agrega que unos 1000 millones de personas carecen de acceso a la electricidad, predominantemente en África subsahariana, y más de 3000 millones dependen de combustibles contaminantes para cocinar que causan alrededor de 3.8 millones de muertes prematuras cada año.
Estas brechas de la desigualdad deben cerrarse, al mismo tiempo que se ha de aumentar la eficiencia energética y eliminar gradualmente la generación de energía basada en combustibles fósiles para que la economía mundial se descarbonice, en línea con las aspiraciones del Acuerdo de París para frenar el cambio climático.